THAMYRIS

 

1998

 

Támiris el tracio (PDF)

Aurelio Pérez Jiménez (UMA)



Filmografía sobre la Grecia antigua

Alejandro Valverde García

(I.E.S. Juan López Morillas, Jódar-Jaén)

 

 La educación del cuerpo

en la Grecia de la Antigüedad (PDF)

Antonio López Gámiz


Valoraciones gastronómicas

en dos poetas romanos:

Ovidio y Horacio

Rosa Francia Somalo (UMA)


Los sistemas de numeración

en Grecia y Roma (PDF)

Mónica Verge del Mármol

 

Enlaces

 

 

Filmografía sobre la Grecia antigua

Alejandro Valverde García

        Las huellas del pasado de Grecia y Roma en la cinematografía son numerosas. Si seguimos la evolución de la historia del cine, encontraremos diversas producciones que intentaron reflejar los escenarios de una historia y mitología que el hombre escucha desde niño y cree conocer.

        Ya desde el cine mudo las películas históricas atrajeron al gran público y otorgaron cierto aire de dignidad a sus realizadores e intérpretes. A la rápida difusión, en este momento, de los temas griegos en el celuloide contribuyeron de forma especial, aunando talento y esfuerzo, el director Georges Méliès y los profesionales del teatro francés. Pero fue a partir de 1952 cuando el cine ve surgir a la que será su más poderosa enemiga: la televisión. Para no perder su realeza, los grandes maestros de la cinematografía norteamericana recurrirán una vez más a los clásicos y ofrecerán a los espectadores superproducciones en las que invierten sin escatimar. Es la época dorada del cine de romanos en la que no dejan de sucederse remakes de antiguas cintas. Así, Ben-Hur (1959), de William Wyler, es la nueva versión de la de Fred Niblo del 1926, Cleopatra (1962), de Joseph L. Mankiewicz, de la de Cecil B. de Mille del 1934, Quo Vadis? (1951), de Mervyn LeRoy, de la de Enrico Guazzoni del 1912. Pero ¿dónde aparecen los griegos?. En realidad, el legado de Grecia parece resistirse al encasillamiento de los films históricos: El cáliz de plata (1954) y Alejandro Magno (1956), por poner dos ejemplos, no gozaron del aplauso del público y, a pesar de contar con Paul Newman y Richard Burton respectivamente en los papeles protagonistas, no dejaron de ser criticadas y calificadas de producciones mediocres. Quizás sólo se salve dentro de este grupo El león de Esparta (1961) de Rudolph Maté, sin altas pretensiones pero loable desde el punto de vista cinematográfico y bastante fiel a la materia histórica. 

        La mayoría de las películas de griegos que se realizaron se inclinaron más bien por la temática mitológica. El peplum nace a finales de la década de los 50 como género cinematográfico de difusos contornos en el que amor, guerra, aventuras y exotismo se engarzan indisolublemente. Kirk Douglas es el nuevo Ulises en la cinta de Mario Camerini (1954) y el 'Mister Universo' Steve Reeves dará vida por primera vez al mítico Hércules a las órdenes de Pietro Francisci (1957). Así es como los italianos se hicieron con el monopolio del peplum en los años 60. Sin embargo, tras esta época de máximo esplendor, el género desembocó en películas equiparables a los más lamentables spaguetti westerns: es la interminable serie de aventuras de Ursus y Maciste y las últimas apariciones de Hércules en la década de los 80. No obstante encontraremos verdaderas joyas como Jasón y los argonautas (1963) o Furia de titanes (1981) en las que el maestro de efectos especiales Ray Harryhausen demostró que la fantasía de los seres mitológicos griegos podía seguir atrayendo la atención de los espectadores de cualquier época.

Ulises

        En un tercer apartado se podrían agrupar las películas que con mayor o menor acierto ofrecen adaptaciones a la gran pantalla de las más conocidas tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Pier Paolo Pasolini, Michael Cacoyannis y Jules Dassin, tres directores de primera fila en lo que a cinematografía europea se refiere, compensaron esa especie de "hijo bastardo" de Grecia que fue la degeneración del peplum y transmitieron para la posteridad el mayor tesoro de la literatura griega.

        Hemos querido, con estas breves pinceladas, exponer a grandes rasgos el lugar que ocupa la Grecia Antigua en la historia del cine.

1898

Pygmalion et Galatée, Georges Méliès

1899

Neptune et Amphitrite, Georges Méliès

1900

La naissance de Venus, Maurice Caussade

Le tonneau des Danaïdes, Georges Méliès

Les trois bacchantes, Georges Méliès

1901

Venus et Adonis, Alice Guy

1902

Le supplice de Tantale, Ferdinan Zecca

1903

Le tonnerre de Jupiter, Georges Méliès

La maison des muses, Georges Méliès

1905

L' île de Calypso: Ulysse et Polyphème, Georges Méliès

1908

L' amour et Psyche, Romeo Bossetti

Prométhée, Romeo Bossetti y Louis Feuillade

La prophétesse de Thébes, Georges Méliès

Oedipe roi, André Calmettes

Le retour d' Ulysse, Charles Le Bargy y André Calmettes

1909

Le voile des nymphes, Romeo Bossetti

The Siren's Necklace, Van Dyke Brooke

1910

Theseus and the Minotaurus, John Stuart Blackton

Elektra, John Stuart Blackton

Amphytrion, Louis Feuillade

La légende de Daphnée, Louis Feuillade

Les douze travaux d´Hercule, Emile Cohl

Galathée, Georges Méliès

Philémon et Beaucis, Georges Danola

La caduta di Troia, Giovanni Pastrone

Edipo re, Giuseppe de Liquoro

L' Odissea d´Homero, Giuseppe de Liquoro

Electra

1911

Le fils de Iocuste, Louis Feuillade

Flore et Zéphyre, Louis Feuillade

1913

Pelleas and Melisande, Otis Turner

A Daughter of Pan, Charles L. Gaskill

Die Insel der Seeligen, Max Reinhardt

1914

Neptune' s Daughter, Herbert Brenon

The Story of Cupid, Fred W. Huntley

The Story of Diana, Fred W. Huntley

The Story of Venus, Fred W. Huntley

Some Fish!, Dave Aylott

The Pursuit of Venus, Edwin J. Collins

1916

A Son of the Inmortals, Otis Turner

1917

Tryton, Alfréd Deésy

1918

The Triumph of Venus, Edwin Bower Hesser

1920

Il canto di Circe, Giuseppe de Liquoro

Il filo d' Arianna, Mario Caserini

1923

The Temple of Venus, Henry Otto

1924

Helena, der Untergang Troias, Manfred Noa

The Folly of Vanity, Henry Otto

Circe the Enchantress, Robert Z. Leonard

1927

Prometheus Desmotis, Dimitrios Gaziadis

The Private Life of Helen of Troy , Alexander Korda

1928

Il filo d' Arianna, Eugenio Perego

Vamping Venus, Edward F. Cline

1935

Night Life of the Gods, Lowell Sherman

Aus den Wolken Kommt das Glück, Reinhold Schünzel

1947

Mourning Becomes Electra, Dudley Nichols

1948

One Touch of Venus, William A. Seiter

1949

Orphée, Jean Cocteau

1952

Il tallone d' Achille, Mario Amendola & Ruggero Maccari

Helena

1953

L' amante di Paride, Marc Allegret

Teodora, emperatrice di Bisancio, Riccardo Freda

1954

The Silver Chalice, Victor Saville

Ulisse, Mario Camerini

1955

Helen of Troy, Robert Wise

1956

Alexander the Great, Robert Rossen 

1957

Le fatiche di Ercole, Pietro Francisci

1958

Ercole e la regina di Lidia, Pietro Francisci

1959

La battaglia di Maratona, Jacques Tourneur

1960

La regina delle amazzoni, Vittorio Sala

Le baccanti, Giorgio Ferroni

I giganti della Tessaglia, Riccardo Freda

Teseo contro il Minotauro, Silvio Amadio

Warlord of Crete, Silvio Amadio

La vendetta di Ercole, Vittorio Cottafavi

Gli amori di Ercole, Carlo Ludovico Bragaglia

Le testament d' Orphée, Jean Cocteau

1961

Antígona, Georges Tzavellas

La guerra di Troia, Giorgio Ferroni

Arrivano i titani, Duccio Tessari

Ercole alla conquista di Atlantide, Vittorio Cottafavi

Ulisse contro Ercole, Mario Caiano

Ercole al centro della terra, Mario Bava

Il coloso di Roda , Sergio Leone

The 300 Spartans, Rudolph Maté

1962

Elektra, Michael Cacoyannis

Phaedra, Jules Dassin

Siete espartanos, Pedro Lazaga

L' ira di Achille, Mario Girolami

La furia di Ercole, Gianfranco Parolini

The Three Stooges Meet Hercule, Edward Bernds

Perseo l' invincibile, Alberto de Martino

Perseo y Medusa, Alberto de Martino

Vulcano, figlio di Giove, Emmimo Salvi

1963

Ercole contro Moloch, Giorgio Ferroni

La conquista de Micene, Giorgio Ferroni

Jason and the Argonauts, Don Chaffey

Ercole il conquistatore di Atlantide, Alfonso Brescia

1964

Il leone di Tebe, Giorgio Ferroni

Ercole sfida Sansone, Pietro Francisci

Ercole contro Roma, Piero Pierotti

Ercole contro i tiranni di Babilonia, Domenico Paolella

Ercole contro i figli del Sole, Oswaldo Civirani

Il trionfo di Ercole, Alberto de Martino

Il magnifico gladiatore, Alfonso Brescia

1965

Ercole l' invincibile, Alvaro Mancori

Ercole, Sansone, Maciste e Ursus gli invincibili, G. Capitani

Acteón, Jorge Grau

1966

La sfida dei giganti, Maurizio Lucidi

1967

Oedipus the King, Philip Saville

Edipo re, Pier Paolo Pasolini

The face of Medusa, Nikos Kondouros

Edipo Rey

1968

The Illiac Passion, Gregory Markopoulos

1969

Le avventura di Ulisse, F. Rossi, Mario Bava y Piero Schvazappa

Medea, Pier Paolo Pasolini

1970

Socrate, Roberto Rossellini

Hercules in New York, Arthur A. Seidelman

1971

The Trojan Women, Michael Cacoyannis

Das Goldene Ding, Edgar Reitz, Ulla Stoeckl, Alf Brustellin y Nikos Perakis

1975

Las amazonas, Terence Young

1977

Iphigennia, Michael Cacoyannis

1978

A Dream of Passion, Jules Dassin

1981

Clash of the titans, Desmond Davis

1982

Ulisses, Werner Nekes

1983

Ercole, Luigi Cozzi (Lewis Coates)

1984

Ercole II, Luigi Cozzi (Lewis Coates)

 

Valoraciones gastronómicas

en dos poetas romanos:

Ovidio y Horacio

 

Rosa Francia Somalo

        La gastronomía romana se presenta como un hecho cultural muy complejo; en él la mesa representa la culminación y su exponente máximo es, sin duda, el conuiuium ('banquete'), entendido como acto de consumición en común y con un grado alto de formalización, coincidente con la cena; pero no puede separarse de la cocina y del aprovisionamiento, ni siquiera cuando, como en Roma, el tipo de organización social atribuya cada uno de esos aspectos a distintos grupos humanos. En último término, todo el proceso implica, como mínimo, la responsabilidad delegada del anfitrión.

        Gracias a la riqueza de los datos aportados por las fuentes antiguas -a saber, casi toda la literatura latina, manuales técnicos especializados como el famoso de Apicio, textos legales, arqueología y artes plásticas- y gracias a los interesantes, aunque no numerosos, estudios que sobre esas informaciones se han llevado a cabo [1], la cocina es uno de los aspectos mejor conocidos de la vida privada de Roma. Sabemos mucho sobre sus materias primas, técnicas de elaboración y sabores [2],  sobre el significado y usos sociales del banquete [3],  sobre el ajuar de cocina y mesa [4], aspectos materiales del triclinio [5], por no mencionar los precios de mercado, o las instituciones alimentarias, las implicaciones religiosas o las proyecciones políticas [6].

          Es una cocina sitiada por las hambres y las leyes contra el lujo, de fuertes sabores y perfumes [7] y de enormes contrastes, como corresponde a una sociedad tan desigual; era esencialmente la de un pueblo frugal y sin embargo ha pasado a la historia como la de los banquetes pantagruélicos. Es difícil saber si por culpa de los grandes comilones o de los grandes moralistas. Ante ella, la literatura latina oscila  entre el ataque a la luxuria y la alabanza de la tenuis uictus y nacen los motivos literarios del banquete ridículo y el banquete frugal. Exceso y sobriedad ¿Qué los define? Cuando M. Corbier estudió la posición de la carne en la gastronomía romana [8], de los cuatro criterios que aplica (carácter sacrificial, hervido/asado, crudo/cocido y exceso/frugalidad), reconoce que es éste el más productivo [9]. No es extraño que las categorías empíricas crudo/cocido  o cocido/asado  resulten poco significativas en los textos latinos, puesto que en definitiva parecen organizarse  en torno a las nociones de  naturaleza/cultura [10], ante las que el pensamiento romano suele mostrarse ambiguo: la primacía  de lo natural era un estereotipo de base estoica, por el prestigio del reinado de Saturno en el mito de las edades de la humanidad y por el principio de adecuación  a la naturaleza como criterio moral estoico, y quedaba a salvo de cualquier crítica en el campo teórico, pero plenamente compatible con la aceptación  y aun con la idealización de lo cultural.

        En cambio, es muy claro el peso de la valoración moral frugalidad/exceso, que para M. Corbier se establecería en torno al contenido (vegetal/ animal), frecuencia y ritmo de las comidas (dos y la principal por la noche), cantidad de la ración y precio y simplicidad de la elaboración y que tiene en contra, a su juicio [11] la compleja casuística derivada de que "la frontera entre la frugalidad y el exceso es muy a menudo difícil de trazar". Es cierto; pero quizás percibamos mejor esa frontera si buscamos  en los textos literarios no sólo los testimonios concretos, sino también las claves para su valoración desde el propio juicio del autor; porque en la literatura latina, cuando se trata  expresamente de comida, bebida o banquete, suele haber valoración explícita o implícita: quizás por  el carácter de índice socioeconómico o moral de la gastronomía, sus  términos suelen aparecer claramente connotados; pero lamentablemente, interpretarlos requiere un análisis que aquí no podemos detallar.

uvas

     Observemos siquiera brevísimamente el tema paradigmático  del banquete frugal, ensalzado por dos poetas coetáneos: en primer lugar, Ovidio en Met.  8, 637-688. Es la cena de Baucis y Filemón, en un marco  tan idealizado, tan ennoblecido por las virtudes, que toda su humildad resulta hermosa y las referencias gastronómica, positivas: sirven como gustatio olivas y cornejos, verduras crudas, queso y huevos; luego un cocido de hortalizas con una delgada loncha de espalda de cerdo seca; vino joven y algunas frutas, frescas y secas y miel como postre. Se apunta que las verduras son del huerto propio, bien regado, y la carne de conserva aleja la idea del mercado frecuente. Todo  es fruto de su laboriosidad. Aún intentan en vano ofrecer a los dioses el sacrificio de su única oca. Pero, sobre todo, están en casa propia y reina la benevolencia (super omnia uultus/ accesere boni nec iners pauperque uoluntas), la hospitalidad, la afanosa atención, las buenas maneras: cubren los asientos y el lecho con tapices (639, 657-659), frotan la mesa con hierbas olorosas (660-2) y acortan la espera con su amistosa conversación (651).

     En Horacio hay cenas parecidas: en Sat. II 2: en medio de un manifiesto sobre la vida frugal, propone una minuta óptima: hortalizas con pernil ahumado y, en caso de invitados, un pollo o un cabrito, uvas, nueces y un par de higos secos, además de vino, alimentos todos del terreno (116-127), justificada en el contexto:  el buen sabor -el placer- no depende de la hermosa apariencia ni del precio de los manjares -hay algunos baratos dignos de la mesa de los reyes-, de la  complicación de su aderezo ni de las modas caprichosas; sino del hambre, hija de la buena salud y del trabajo (10-52); al contrario, todo exceso arruina la salud, la fama y los ahorros; antes (4-6) había señalado que el exceso de aparato en la mesa nubla la mente y (41-44) que carne y pescado perjudican al estómago enfermo, pero los vegetales lo sanan.

miel

        Semejantes son también las cenas ansiadas en su campo, Sat. II 2: cocido de habas y verduras con  untuoso tocino, abundante -sobra para los esclavos-, pero consumido con moderación, en la  casa propia, sin que un exceso de normas caprichosas limite la libertad y, sobre todo, en placentero diálogo -no intranscendente, sino filosófico- con sus amigos. Alguna otra vez atribuye al banquete romano  el tono alegre y la concordia, como en Od. I 27, 1-2: Natis in usum laetitiae scyphis/ pugnare Thracum est...

        En Ep. 2, 41-60, tras aludir con clara complacencia a la mujer que manipula vino casero y  manjares no comprados, dapes inemptas, Alfio pondera por encima de varias exquisiteces -mariscos, pescados y aves exóticas- las olivas, malvas, plantas silvestres, cordera sacrificial y cabrito arrebatado al lobo.

        No faltan las dietas vegetarianas (Od. I 31, 15-16: ...Me pascunt oliuae, me cichorea leuesque maluae, o en  Sat. I 6, 114-5, citando el  porri et ciceris laganique catinum y la escasez de servicio y aparato convival); pero la complacencia con que proclama  su modestia da al menú cierto tono de estereotipo.

verduras

        Por contraste ¿qué critica? Con la mayor insistencia ataca en   Sat. II 4, la ridícula tecnificación de los pretendidos "expertos", que dan gran transcendencia  a sus rebuscadas e  inútiles  normas, ardides y recetillas. Ese mismo prurito de entendido hace agobiante al torpe anfitrión de la  Sat. II 8, un modelo de "cena ridícula" que presagia la de Trimalción de cerca-  y tanto más cuanto que infringe muchas convenciones del banquete (hora, duración y además el orden de las viandas  y del vino) y la tensión de su perfeccionismo le hace perder los nervios (58-59) y la compostura (75-78) y agobia a los comensales, en un ambiente de relajación de las buenas maneras y de burla.  Los manjares son exóticos y se supone que caros -ante todo pescados y mariscos- y además preparados artificiosamente, encubriendo sus verdaderos sabores (27-28); el aparato es ostentoso en la decoración y en el servicio (10-15, 70), pero además falla inoportunamente (54-5).

        Si valoramos las nociones básicas con arreglo a la coincidencia entre los dos testigos, el número, extensión y forma de las referencias y  las connotaciones, podemos disponer de un conjunto de claves, quizás verificables en otras situaciones. Los criterios que Ovidio y Horacio presentan expresamente  como fundamentales se refieren a la mesa: los  afectivos (amistad, alegría), culturales y sociales (buenas maneras, hospitalidad) e intelectuales, que se manifiestan en el diálogo enriquecedor, en el contacto humano placentero que es la razón de ser del banquete.

        Detrás, los socioeconómicos, pero siempre en relación con su proyección moral: no el mero precio, que rara vez se cita como tal y poco significativamente (Hor. Sat. II 2, 44-46). Mucho más marcada aparece en los dos poetas la oposición "no comprado/comprado", socioeconómica y moral (la autarquía implica un cierto grado de poder económico, pero también una actitud ante la vida), que está muy próxima a la de "autóctono / exótico (difícil de conseguir)", de contenido moral -adecuación a la naturaleza- y económico, pero con resonancias afectivas; por fin, "vegetal/animal" tiene menos significación ética, porque la carne parece perfectamente compatible con la frugalidad si cumple otros imperativos económicos -que sea propia, sencilla, conservada, aprovechada de un sacrificio o hurtada al ataque de una alimaña-, pero menos el pescado; en cambio, más peso socioeconómico, puesto que las dietas vegetarianas caracterizan una muy severa pobreza, y un nuevo valor para Horacio, el higiénico,  desde el punto de vista de la salud, noción que M. Corbier no contemplaba.

trigo

    Con respecto a las nociones naturaleza / cultura y espontaneidad / artificio, las técnicas de manipulación (cocido-asado-frito) no parecen pertinentes; la oposición crudo/cocido se proyecta en sencillo/artificioso, muy importante para Horacio, en la que se mezclan el respeto a la naturaleza con la estética: sobre su base se critican las desnaturalizaciones  de sabores y la afectación de los "entendidos".

     En cambio, la cantidad de alimentos y el volumen de las raciones cuenta poco, porque el anfitrión debe ser generoso y los  abusos individuales (algunos invitados de la sátira II 8) no afectan al banquete como tal. La valoración estética de las materias primas está presente (adjetivación de los postres en Ov.; Hor. Sat. II 2, 23-28,  Ep. 3, p. ej.), pero es claramente secundaria.

       Después de esa lectura, diría que el campo que polarizan los conceptos frugalitas (moderatio) y luxuria no parece exclusivamente moral, organizado en torno al bien y al mal, sino que se presenta invadido también por la estética; el buen o el mal gusto son los criterios básicos para incluir los  banquetes de Nasidieno (Horacio Sat. II 8) y de Trimalción entre las formas del exceso. El límite podríamos situarlo en la armonía, en la adecuación entre los distintos aspectos convivales  y el fin que se pretende: propiciar un placentero contacto humano. Eso es lo importante y la desproporción entre ese fin y los medios arruinaría la fiesta.

______________________________________________

[1] Útil resumen en la introducción al texto de Apicio por P. Flores y E. Torrego, Madrid 1985. Cf. tb. N. Blanc y A. Nercessian, La cuisine romaine antique, París 1992.

 

[2] El trabajo básico al respecto es el de J. André, L'alimentation et la cuisine à Rome, París 1961. Como sucedió en otros ámbitos culturales, la cocina autóctona romana -con una doble base: la cerealista, que añadió a las gachas (puls) el pan y la pastelería, y la vegetal, que incluía verduras y legumbres silvestres (muchas abandonadas en la actualidad) hervidas o crudas en vinagreta- incorporó influencias griegas y orientales. El consumo de carne y pescado es amplio -aunque mucho más selectivo- y habitual el de queso y leche, el de huevos  y el de vino.

 

[3] Cf., p. ej., J. H. D'Arms, "Companionship and Clientela: Some Social Functions of the Roman Communal Meal", en Classical views 3 (1984) 327-348; L. Landolfi,  Banchetto e società romana, Roma 1990. Con independencia de las interpretaciones, es bien sabido  que el conuiuium, constituye un acto social minuciosamente regulado y formalizado en su cortesía, orden y contenido  de los servicios -entrantes o  gustatio, uno o varios platos fuertes o primae mensae y postres o secundae mensae, seguidos de la comissatio-, de las bebidas e incluso en determinadas expresiones formularias y rituales.

 

[4] Cf., entre otros, W. Hilgers,  Lateinische Gefässnamen. Bezeichnungen, Funktion und Form römischer Gefässe nach den antiken Schriftquellen, Dusseldorf 1969; A. Carandini (ed.), L'instrumentum domesticum di Ercolano e Pompei nella prima età imperiale. Roma 1977.

 

[5] Puede verse, p. ej., U. E. Paoli, Urbs, la vida en la Roma antigua, Barcelona 1981; J. Guillén, Urbs Roma. Vida y costumbres de los romanos I, Salamanca 1986; J. Carcopino, La vie quotidienne à Rome à l'apogée de l'empire, París 1972.

 

[6] Cf. P. Veyne, Le pain et le cirque. Sociologie historique d'un pluralisme politique, París 1976.

 

[7] Cf. J. André, o. c., pp. 219-229. Hay que concluir su preferencia por lo graso, la consistencia blanda (más cocción que asado y a veces se combinan ambos), los perfumes y sabores fuertes (mediante el uso de multitud de sazonadores: especias, garum, vino, vinagre y salsas preparadas) y la mezcla del sabor salado y el dulce, aportado por la miel, vinos dulces y arropes.

 

[8] Cf. M. Corbier, "Le statut ambigu de la viande à Rome", DHA 15,2 (1989), pp. 126-135.

 

[9] Vid.. p. 136.

 

[10] Cf. C. Lévi-Strauss, Mythologiques III: L'origine des manières à table, París 1968, pp. 396-411

 

[11] Cf. art. cit., pp.148 y 153

Enlaces

Ulises en Perseus Project

Ulises en el cine

El cine.com

Electra en Perseus Project

Helena de Troya en Perseus Project

Antígona en Perseus Project

El Edipo Rey de Pasolini

Apicio

La cocina romana

Ovidio

Horacio

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